martes, 17 de abril de 2012

Soledad real

El rey de España se va a una cacería que cuesta bastante más de lo que cobra la mayoría de gente en un año de trabajo -si es que tienen la suerte de tener trabajo y cobrar-, se parte la crisma, lo ingresan en el hospital para una operación el viernes y, hasta el martes de la semana siguiente, su querida esposa que está en Grecia, es decir, a escasas horas de avión, no va a visitarlo. Cuando por fin llega, la visita dura 25 minutos. Si descontamos el tiempo de llegar a la habitación y de hablar con los médicos, ¿cuánto tiempo estuvieron juntos? ¿Es que ya no tienen ni siquiera el interés de disimular que todo esto es un paripé? Tampoco es que hayan estado demasiado tiempo con él sus hijos, la infanta Elena y el príncipe Felipe, quiero decir, porque la otra sigue exiliada en Estados Unidos. Pero vamos, que si yo fuera Elena tampoco estaría demasiado contenta, que mientras su pequeño Froilán estaba ingresado en el hospital por haberse disparado en el pie -ya se sabe, lo que le pasa a todos los niños, según la reina Sofía, quién no ha jugado con una recortada a su edad- el rey tampoco fue a visitarlo porque estaba fastidiando la vida a los elefantes.


Espero que, poco a poco, todo esto sirva para ir desmontando el chiringuito que tienen montado, empezando por el mítico discurso del rey com gran valedor de la democracia porque, la verdad, no está el horno para bollos y creo que ya hemos aguantado muchas tonterías. Como dice Ángel Martín, en su próximo discurso de Navidad el rey debería decir:  "Hola. ¡¡¿Que coño tenemos que hacer para que nos echéis?!! Adiós."

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