lunes, 2 de abril de 2012

Aplausos

Una tranquila noche primaveral, cenando en la terraza del Bar Calders -que todo el mundo sabe que adoro por sus Spritz- y, a nuestro lado, un grupo de personas suecas de diferentes edades. Nadie había reparado en los dos críos que jugaban con un balón del Barça un poco más allá hasta que, de pronto, se rompió un cristal. La terraza en pleno empezó a aplaudir y uno de los niños, rubio y espigado, echó a correr y se perdió al doblar la esquina. La madre salió tras él y tardaron mucho en volver. Cuando lo hicieron, la mesa sueca se había sumido en un denso silencio y el niño mantenía un trozo de pizzeta en la mano sin ser capaz de llevárselo a la boca. La madre y otro señor le hicieron fotos al vidrio roto, lo que nos hizo suponer que pensaban pagarlo mediante algún seguro y que aquello no tenía, en realidad, más importancia. Pero el malestar del pequeño era palpable. No sé qué pasaría exactamente por su cabeza, quizá que acababa de estropear las vacaciones familiares o que le gustaría ser capaz de volver hacia atrás el tiempo, justo antes del momento en que todo salió mal. Tanta pena daba el chiquillo, que Angelita, mi prima, Javi y yo decidimos invitarlo a un postre. Él dijo que no, y la madre nos explicó que se sentía muy culpable y, sobre todo, muy estúpido, porque toda la gente le había aplaudido para reírse de él. Tener once años, venir de una cultura poco expresiva como la sueca, estar en un país extranjero, cargarte un cristal de un pelotazo y que toda la gente te aplauda no debe de ser la mejor de las situaciones, sin lugar a dudas. Le explicamos que no, que la gente le había aplaudido para darle ánimos, que jugar con la pelota en la calle es lo más normal del mundo y que, a veces, las cosas suceden.



Y como los niños son niños y un dulce es un dulce, al cabo de un rato la madre vino a decirnos que sí, que aceptaba nuestra invitación. El sabor del coulant de chocolate fue endulzando el momento y luego fue él quien vino a darnos las gracias en español, lengua que está estudiando en el colegio y lo invitamos a volver a Barcelona cuando quiera, ciudad en la que siempre será bien recibido.

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