domingo, 8 de mayo de 2011

Siempre habrá poesía

Mi sobrino, al cumplir 9 años, me pidió un libro de poesía como regalo. Yo, extrañada, le pregunté que por qué y él me contestó que quería saber que era la poesía. No me di por vencida con su respuesta y seguí indagando:
 - Pero, ¿lo habéis trabajado en el cole?”.
 - No.
- ¿Habéis hecho algo para Sant Jordi?
 - No, en Sant Jordi estábamos de vacaciones.
 - ¿Y por qué quieres es regalo?
- ¡Porque quiero saber qué es la poesía!
 No contenta con el interrogatorio, cogí un libro de cuando era pequeña, se lo di y le dije: “Lee”. Y él, satisfecho, concluyó: “Esto es lo que yo quiero para regalo”. Le compré una bonita antología de poesía infantil ilustrada y el delicioso libro Lecciones de poesía para niños inquietos de Luis García Montero y, efectivamente, mi niño disfruta leyendo versos. Eso sí, tienen que tener rima porque si no, no le gustan. De hecho, no es extraño. A lo largo de la historia, en todas las culturas ha habido una tradición poética oral, composiciones creadas y transmitidas muchas veces por personas iletradas que disfrutaban de esta manera de la literatura. Por otra parte, en culturas más memorísticas que la nuestra, como la de India, se componían en verso, además de los poemas, las obras de teatro y las narraciones, los tratados de medicina, filosofía o astronomía ya que en la tradición sánscrita la letra escrita se considera una degradación del saber porque lo que se sabe no necesita de soportes materiales.
En todo caso, es posible que la excesiva intelectualización de la poesía haya hecho que muchas veces se considere algo difícil y ajeno en lugar de disfrutar, simplemente, de su cadencia, de su manera de utilizar el lenguaje, de sus imágenes, de lo que nos evoca... Pero no importa demasiado porque, como dijo Bécquer, “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”.

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